lunes, 30 de septiembre de 2013

ALEMANIA: DONDE LO VERDE ES NEGOCIO



El centro de Stuttgart es el lugar perfecto para observar las paradojas de una ciudad que ejerce, al mismo tiempo, como capital de la industria del automóvil y emblema del éxito de los ecologistas. Los Porsche, Mercedes y BMW comparten espacio en las calles con los cada vez más habituales coches eléctricos. Y en Charlottenstrasse, a pocos metros de la estación central, las carreteras con cuatro carriles en cada dirección conviven con los espacios verdes que se divisan en la ladera. Estamos en la capital de Baden-Württemberg, uno de los Estados más ricos y conservadores de toda Alemania, en el que desde hace dos años gobiernan Los Verdes. Lejos de convertirse en el virus para los negocios que muchos temían, los ecologistas se las han apañado para hacer una política centrada. Demasiado, según critican muchos activistas históricos.

Este Estado del suroeste no es el único que ha logrado hermanar las dos tonalidades de verde: el de la ideología y el de los billetes. Toda Alemania está haciendo un buen negocio con la ecología. Según un informe hecho público por el Gobierno federal el pasado mes de julio, las empresas ligadas al medioambiente aportan ya un 11% del PIB nacional y dan empleo a unos dos millones de trabajadores. El país acapara además un 15% del comercio mundial en este sector; y el Ministerio de Medio Ambiente espera que en la próxima década se duplique el volumen de exportaciones verdes.

“Si nos comparamos con Francia, que está a 30 kilómetros de mi oficina, nuestra industria está 10 años por delante”, resume Andreas Kempff, consejero delegado de la Cámara de Industria de Friburgo.

Los alemanes se enorgullecen de vivir en uno de los países más ecológicos de Europa, si no del mundo. Pero es más fácil colocarse la etiqueta verde que entrar en los detalles, siempre peliagudos. El cambio en la política energética emprendido por la canciller Angela Merkel —apagón nuclear y apuesta por las fuentes de energía limpias— ha despertado críticas por disparar el precio de la electricidad. Y la propuesta del partido verde de restringir la venta de carne en todos los bares y restaurantes del país un día a la semana o la de impedir que se venda tabaco en espacios públicos para proteger a los menores ha servido para que muchos vuelvan a ver a este partido como el campeón de las prohibiciones y de la intromisión en la vida de los ciudadanos. La transición a una economía más ecológica es en algunos casos dolorosa. “A ciertas empresas tradicionales les puede causar problemas. Esos sectores deben ser compensados”, señala Ulrich Petschow, economista jefe del Instituto para la Investigación de la Economía Ecológica, con sede en Berlín.

En Tubinga, a 40 kilómetros de Stuttgart, uno de cada cuatro hogares ha aceptado pagar un poco más cada mes en su factura de la electricidad a cambio de estar seguros de que solo consumen energía verde. En esta encantadora ciudad estudiantil, solo el 25% de los traslados se hacen en coche. El secreto reside en las políticas de impulso al transporte público y las bicicletas, pero también, según admite el alcalde, el ecologista Boris Palmer, en el aumento de las tarifas por aparcar, subida que en algunos casos alcanza el 100%. “Aquí viven menos de 100.000 habitantes, pero tenemos una decena de empresas con grandísimos beneficios gracias a la tecnología verde, algunas de ellas son además líderes mundiales”, asegura con orgullo en su despacho, desde el que se ve, cómo no, naturaleza y fábricas.

El éxito de Los Verdes en un Estado en el que los democristianos habían gobernado 58 años seguidos no se explicaría sin el impacto que causó en la sociedad alemana la catástrofe de Fukushima ni las críticas que despertó Stuttgart 21, el megaproyecto para una nueva estación de tren en el centro de la ciudad. Pero también es importante fijarse en lo que algunos llaman “centrismo” y otros directamente “conservadurismo” de los líderes ecologistas regionales.

Alemania, líder europeo en eólica y energía solar fotovoltaica.

La reconversión energética, con un 50% del consumo eléctrico en 2030 a base de energías renovables y un 80% a mediados de siglo, es la clave de la estrategia nacional de Alemania para lograr su próxima ventaja competitiva.

La reconversión energética es manifiestamente popular. Tiene un apoyo superior al 90% en las encuestas. No solo por conciencia ecológica, que en Alemania hay mucha, sino también por lucro: agricultores y ayuntamientos ganan dinero con las renovables. La ley de renovables alemana permite y fomenta la generación de electricidad solar y eólica a personas privadas, municipios, asociaciones o cooperativas, y garantiza que todos ellos podrán vender la energía generada a un precio fijo durante veinte años. El resultado: casi un millar de cooperativas, ayuntamientos, comunidades, etc., generando energía renovable por todo el país, y la previsión de que aumentarán hasta 10.000 en una década. Generar energía renovable es negocio, da réditos, de entre el 5% y el 10%, impensables si colocas el dinero en un banco. El 10% de los alemanes (8 millones de ciudadanos) ya producen su electricidad con placas solares. 130.000 ciudadanos han formado cooperativas energéticas e invertido 1200 millones de euros en el asunto. El 50% de la capacidad renovable instalada en Alemania ha sido desarrollada y es propiedad de pequeños inversores (11% de ellos agricultores). Los grandes consorcios energéticos solo poseen el 5% de las instalaciones, lo contrario que en España, un país fuerte en renovables con una técnica de gestión de la red eléctrica –y de integración de renovables en ella- mucho más moderna que la alemana y con una legislación pésima, explica un especialista del sector.

“Durante muchos años los grandes consorcios energéticos se opusieron jurídica y políticamente a las renovables”, dice Rainer Baake, ex secretario de Estado de energía y director de “Agora Energiewende”, entidad fundada para apoyar la reconversión energética. “Las pequeñas empresas han arrebatado entre el 1% y el 2% de la cuota de mercado a los grandes consorcios, por eso algunos de ellos tienen ahora dificultades y van a tener que reformarse en dirección a las renovables”. Algunos ya lo han hecho: MBB, que tenía una gran apuesta nuclear, ahora arruinada por el previsto cierre de la última central en 2022, está invirtiendo mucho. Otros, como E.ON han optado por enfocarse al mercado internacional, pero siempre con resistencia, como demuestra la fuerte presión lobysta y mediática que se está ejerciendo contra la ley de renovables que en lo fundamental es sólida como un tanque, porque viene arropada por un verdadero consenso político nacional: ningún partido se atreve a cuestionarla. El problema lo ha creado el éxito. La gran oferta renovable ha bajado los precios bursátiles de la electricidad. Los consorcios han respondido a esa pérdida de beneficios subiendo tarifas: una subida del 30% para el consumidor en los últimos cinco años. Muchos medios de comunicación, con conexión directa con los consorcios, echan la culpa a las renovables.

“Si los clientes se cambiaran masivamente de suministrador, asestarían un duro golpe a la estrategia de los consorcios de subir tarifas”, explica Baake, que augura “profundas reformas” en el mercado energético alemán para adecuarlo a la nueva situación. “El cambio energético requiere un nuevo mercado”, dice.

El segundo problema son las grandes fluctuaciones de capacidad de la eólica y solar.Eso obliga a flexibilizar el resto del sistema energético nacional para integrar las curvas de fluctuaciones que dicta la naturaleza, el sol y el viento. Esa oscilación aumentará conforme crezca la generación renovable. En 30 años se ha pasado con éxito de un 5% de generación renovable al actual 25%. Para alcanzar el 80% previsto para 2050, hay que tener un sistema integrado a las oscilaciones, lo que plantea problemas de red, de almacenamiento, de coordinación con otros países europeos, etc. De momento, y esa es la gran paradoja, el asunto se soluciona a base de vetustas centrales de carbón.

De todo eso se va a hablar mucho en Alemania a partir de ahora. Pero el objetivo nacional contemplado en la ley de energías renovables es claro.

Elaborado por: Raúl Burgos (www.econavarra.com)
Fuente: elpais.com/evwind.com